Muchos buscan a diario el éxito. Algunos pasan toda su vida detrás del mezquino éxito, desgastando todo lo que tienen e incluso lo que no tienen, pero no lo consiguen, cada vez se les hace más escurridizo, a veces más alejado, a veces quizás cercano pero nunca está donde parecía que debiera estar.
Es muy interesante, porque entre estos, también están los que afirman que han logrado el éxito, que lo tienen todo, pero, realmente es así.
No lo sabemos.
Lo único que es claro, es que ciertas circunstancias, ciertas posiciones, títulos, dinero, fama, entre otras que son consideradas en estos tiempos como factores para el éxito, no son -finalmente- alcanzar el mentado éxito.
Por qué será, que siempre falta algo.
La cuestión es que el ser humano es creación, y como tal, necesita de su creador.
Teniendo medios económicos o no, siendo una persona importante o no, disfrutando de cierta fama o fortuna, o no, resulta que si Dios no está con nosotros, estamos siempre buscando y nunca encontrando. Sólo Dios es la clave para el verdadero éxito, que por cierto, ni siquiera está en este tiempo limitado, en este mundo material y finito.
Así es que hay que levantar la mirada, ver mucho más allá de las narices y enfocarnos en lo que es más que suficiente para el ser humano: Dios.
Dios es la clave del verdadero éxito, en Él cualquier persona es completa, está satisfecha, aunque tenga hambre, no importando la condición en la que te encuentres, en Dios una persona encuentra todo.
Hay ocasiones donde cierta posición, fama o apellido, te elevan a un estatus cómodo, ganancioso, pero sin Dios, siempre algo te faltará. Del mismo modo, con eso mismo, con una buena formación, un buen título o apellido, o con beneficios económicos en tus cuentas bancarias, el disfrute de todo aquello es mayor cuando Dios es el centro de tu vida.
Cuesta entenderlo, pero es fácil experimentarlo. La verdad radica en la vanagloria del hombre. El término "vanagloria" se compone de dos palabras, vana y gloria, es decir, una gloria inútil, sin valor, y esto es así, porque qué es el hombre, sino un poco de neblina, apenas unos kilos de carne con huesos que no puede hacer mucho, no podemos volar, estamos atados a un tiempo, morimos, sufrimos, entonces, no hay mucho. Sin embargo, nuestro espíritu es totalmente distinto a esto, es la esencia de Dios creador en nosotros.
Y nuestro espíritu sí sabe cómo son los tiempos, cómo gozar aún cuando te hayas magullado un dedo, cómo estar por encima de los sentimientos, por encima de la vanagloria humana. Es nuestro espíritu el que busca a Dios y su perfección. Es nuestra vida espiritual la que debe marcarnos día a día nuestras decisiones, nuestros propósitos, nuestra vida. No los sentimientos. Aléjate de los sentimientos tóxicos, de los pensamientos que solamente te hacen ver parte de la película y no toda la realidad.
Para alcanzar el éxito, Dios es la clave.
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